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domingo, 30 de junio de 2013

"La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente".

10 Rituales para practicar kaizen y mantener el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu:

1º EL RITUAL DE LA SOLEDAD

Estar en silencio de 15 a 50 minutos, en un lugar adecuado y, apoder ser, realizarlo siempre a la misma hora o momento del día.




2º EL RITUAL DE LA FISICALIDAD

Realizar ejercicio y practicar una buena respiración.




3º EL RITUAL DE LA NUTRICION

Somos lo que comemos. Preferentemente vegano -no es absolutamente imprescindible. Una alimentación equilibrada.




4º EL RITUAL DEL SABER ABUNDANTE

Treinta minutos de lectura diarios; una lectura selectiva. No importa la cantidad sino la calidad de la lectura. Si es necesario relee y repasa los mismos textos. Esto es más efectivo que el conocer indiscriminado.




5º EL RITUAL DE LA REFLEXION PERSONAL

Pensar para prosperar, analizando tu día para no cometer los mismos errores.




6ºEL RITUAL DEL DESPERTAR ANTICIPADO

Levantarte pronto. Tomar el sol.




7º EL RITUAL DE LA MUSICA

Escuchar música por un periodo mínimo de 10 minutos, sin otro cosa que hacer que disfrutar de ella.




8º EL RITUAL DE LA PALABRA HABLADA

Los mantras. La repetición de frases que te ayuden afianzar tus objetivos, tu autoestima, tu propio interior. Ejemplo. "SOY MAS DE LO QUE APARENTO, TODA LA FUERZA Y PODER DEL MUNDO EN MI INTERIOR" "SOY FUERTE ,CAPAZ Y TRANQUILO"




9º EL RITUAL DEL CARACTER CONGRUENTE

Tener una vida con sentido, ser coherente con ella. Practicar la laboriosidad, la compasión, la humildad, la paciencia, la honestidad y el coraje.

"Siembras un pensamiento, cosechas una acción. Siembras una acción, cosechas un hábito. Siembras un hábito, cosechas un caracter. Siembras un caracter, cosechas un destino."



10º EL RITUAL DE LA SIMPLICIDAD
Prioriza en lo importante, que no te quite tiempo lo superfluo. Disfruta de lo pequeño: un olor, un paseo, una flor, una sonrisa, ......

           

                         --- El monje que vendió su ferrari ---  Robin S. Sharma.




lunes, 17 de junio de 2013

EL SALVADOR



Toda persona nace libre, limpia de espíritu y con una absoluta pureza que se ve reflejada en su inocencia. Rebosa Amor y no tiene miedos. Su razonamiento es tan simple y certero, como contundente. ¿Por que he de tener miedo a mostrar mi Amor? ¿Por que no voy a decirte lo que pienso o siento? ¿Por que no voy a decirte te quiero? Ni siquiera estas cuestiones se las plantea, ni se le pasa por la cabeza ya que son preguntas generadas por el miedo. La pureza, la inocencia, no tiene miedo a mostrarse, se muestra. No se cuestiona hacerlo o no hacerlo, decirlo o no decirlo. Fluye natural como la luz que emana de su ser. Que es tan fuerte que no deja apenas duda de su pureza.
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido o tenido esa gran pureza, que con el tiempo y las circunstancias uno va perdiendo o desvinculándose de ella poco a poco. Pero que mucha gente da igual la edad que tenga, aún conserva y se ve en sus ojos. También es cierto que la mayoría buscamos en los demás esa pureza y virtudes, queriendo recuperar de alguna forma la nuestra perdida. Quedándonos maravillados e incluso enamorados cuando encontramos esa inocencia que mucho, poco o en parte hemos perdido. Y que como bien dice Luz Casal en su canción, para volver a encontrar la nuestra debemos mirar atrás y buscar entre nuestros recuerdos.

Estoy aprendiendo a recuperar esa inocencia. Jamás pensé que eso pudiera ser posible, es como recuperar la fe. La fe en las personas, en los demás, la confianza en ti mismo. El saber que por mucho daño que te hayan podido hacer, y el que tu también hayas podido realizar, existe el perdón. Y ese perdón es la llave que abre esa puerta escondida en el fondo de tu ser, donde el dolor y el rencor guardaron tus buenos sentimientos. Y que hoy estoy volviendo a recuperar.
Todo es un proceso. Uno poco a poco vuelve hacia atrás, hacia si mismo. Generando templanza hacia ese deseado y famoso equilibrio. Recuperando buenos sentimientos, positividad y resurgiendo de nuevo la buena fe, pureza e inocencia. Creyendo en ti, en los demás y en este mundo que tan difícil a uno se lo ponen.




Seguimos en Bukittinggi disfrutando de esta pequeña y entrañable ciudad. Después de visitar sus alrededores a pie y en transporte local, teníamos un pequeño dilema Jairo y yo.
Para visitar otros sitios interesantes tendríamos que tener algún tipo de vehículo como una moto por ejemplo. El dilema esta en que yo tengo licencia para conducirlas y en cambio no se llevarlas. Y Jairo por contra, sabe conducirlas pero no tiene licencia.
Aquí en Indonesia nos habíamos informado y a parte nos habían comentado que la policía es muy corrupta, y siempre que pueden te paran en la carretera para sacarte todo lo que puedan y más. No sabíamos que hacer, si alquilar una moto y arriesgarnos o ser más prudentes. Al final pudo más nuestros impulsos que los razonamientos, pero también influyó mucho el saber que no caminaríamos durante largas horas.
Alquilamos la moto en el restaurante donde solíamos cenar o tomar algo por las noches. El chico que nos alquilaba la moto nos dio la licencia de la misma y los respectivos cascos. Y nos lanzamos a la carretera en busca del valle encantado. No es ningún título de ninguna película de aventuras, nos dirigíamos hacia un valle precioso llamado “Harau Valley”, que se encuentra a las afueras de Bukittinggi. De ahí que quisiéramos alquilar una moto, por ir más lejos y recorrer sitios que de otra manera sería casi imposible porque las distancias son enormes. La verdad es que no se a cuantos kilómetros se encuentra el valle desde Bukittinggi, pero si se que esta a casi dos horas en moto. Algo inimaginable plantearse el ir andando o en transporte local. Ya que para ir en transporte nos informamos y tendríamos que haber cogido una combinación de 3 buses locales sólo de ida, sumando la vuelta, con sus horarios, etc, etc... sale más a cuentas alquilar la moto, además de la libertad que tienes para moverte por estos parajes increíbles, disfrutando de las vistas sin horarios ni rutas establecidas.




Seguíamos en carretera y paramos a repostar. Aquí la gasolina al cambio es de 0'5 euros el litro, muy barata para nosotros, pero acorde con el nivel de vida que hay aquí en Indonesia.
Por el camino, un señor con la amabilidad que aquí les caracteriza. En un coche nos señalaba por la ventanilla nuestra parte trasera de la moto. En un primer momento pensábamos que ocurría algo, paramos y era que teníamos la rueda algo desinflada. Le pusimos aire y continuamos nuestro viaje hacia el valle. Durante el trayecto veíamos montañas pequeñas, diría yo que más bien eran mesetas con palmeras y vegetación a sus pies y alrededores adornándolas. Constituyendo todo ello un paisaje natural impactante. No por la misma naturaleza en sí, sino por el color de la misma. Un verde intenso e incluso pareciera fluorescente en algunos tramos. Los campos de arroz, los campos de cultivo, hacían que mirases donde mirases, sintieras gozo y alegría, te sintieras bien contigo mismo y acorde con el entorno que veías y sentías. Ese bienestar que sientes y esa conexión que hace que todo este en su sitio y en perfecta armonía que parece uno haber encontrado. Sólo la he sentido rodeado de naturaleza, y aquí en Sumatra es tanta y tan bella que uno inevitablemente se ve integrado en ella. Por la sencilla razón de que todos formamos parte de esa misma y maravillosa naturaleza.



Llegamos a un punto antes de entrar al valle por la carretera, donde había una caseta. Allí teníamos que pagar nuestra entrada (5000 IDR), poco menos de medio euro para entrar en un mundo aparte.
Pasábamos la caseta e íbamos introduciéndonos hacia el valle. Veíamos enfrente nuestra una montaña, la cual a mi personalmente me fascinaba. Teníamos que pasar por un pequeño desfiladero provocado por los también pequeños acantilados que formaban las montañas. Al salir del desfiladero, apareció el increíble y hermoso valle. Rodeado de montañas, lleno de vegetación, desprendiendo un verde intenso. Era como entrar en otro mundo, como si ese trozo de tierra jamás la hubiera pisado el hombre. Era increíblemente hermoso, tanto que paramos la moto y nos recreamos la vista echando un vistazo de trescientos sesenta grados. Aquello era como haber entrado en una burbuja de cristal donde dentro se conserva un paraíso natural. Y con cuidado y gran expectación cuidábamos de no alterar la paz y armonía que allí reinaba. Incluso el ruido del motor de la moto molestaba en ese entorno.



Dimos una gran vuelta rodeando el valle, viendo casitas de las pocas gentes que allí vivían, con sus ganados y terrenos de tierras cultivadas. Todo era mágico, como si fuera la primera página de un cuento y empezara diciendo “érase una vez...” Estábamos encantados de estar en una fábula pero hecha realidad donde los protagonistas éramos nosotros mismos.



Seguíamos por un camino bordeando el valle hasta llegar a la primera cascada de las cuatro que allí hay. Paramos a contemplarla y proseguimos hacia una zona donde se ubican las tres restantes.



Esta zona esta preparada para los visitantes. Con una pequeña tienda para tomar algo y alrededor suyo un aparcamiento, donde había gente local vendiendo souvenirs y demás.
Entre esa gente se encontraba el protagonista de esta historia, lamentablemente no recuerdo su nombre, pero le voy a llamar “el salvador”. El chico tenía una bolsa llena de dulces caseros que vendía a los turistas y visitantes del valle. Se puso a hablar un rato con nosotros y después de un rato, Jairo y yo fuimos a ver una cascada cercana, esta vez a pie. Mientras paseábamos alrededor de ella, veíamos a familias locales como disfrutaban bañándose y divirtiéndose alrededor. Sonriéndonos como era ya costumbre y alguno queriéndose hacer alguna foto.



Seguimos andando para ver las otras dos cascadas que nos faltaban. Estaban cerca una de la otra, así que fue un paseo corto. Después de contemplarlas un rato y disfrutar del entorno, empezó a llover con fuerza pero en poco tiempo. Nos dirigimos hacia la moto y a la mitad del camino, venía hacia nosotros el salvador con otro amigo. Venía a buscarnos para hablar con nosotros y se trajo a su amigo para que le hiciera de traductor. Nos dio una de las bolsas de dulces que tenía para vender como regalo, también nos obsequió con unos llaveros hechos a mano de madera. El salvador estaba exaltado intentando decirnos cosas, quería tener contacto con nosotros y cambiamos emails. Nos sonreía sin cesar, sus ojos brillaban de una forma especial, desprendían pureza. Su nobleza rebosaba en la forma de hablarnos y cada vez que intentaba decirnos algo, que aunque no le entendiéramos, con verle actuar sus gestos se le interpretaba.




El salvador junto a su amigo insistieron en querer tomar un café con nosotros. Este fue a llamar a unas chicas que no sabíamos si eran familia, amigas o que se yo. El caso es que nos presentó con gran admiración y con las ganas esas que uno tiene de que los demás conozcan a una persona especial. Ahí estábamos todos tomando algo y charlando amistosamente. El salvador saciaba su curiosidad bombardeándonos a preguntas, expresándose como podía y nosotros mientras, sintiéndonos muy cómodos y percibiendo todo el cariño que nos estaba regalando. Aprovechamos y quisimos también entrar en el juego y le preguntamos cosas. Sobre su trabajo, familia, edad (35a.) etc... 

Al despedirnos de el ocurrió algo excepcional, el salvador se puso a llorar. Triste y emocionado se despidió de nosotros entre lágrimas. Quizá fuera tanta la admiración hacia nosotros que le pudo la emoción. O puede ser tal y tanta la pureza, que no retiene ni esconde ningún sentimiento.


Nos dirigimos hacia la moto para marcharnos, y al lado había un grupo de locales que nos hacían señas a la parte trasera de la moto. Nosotros no entendíamos a que se referían y comenzamos la marcha. Unos metros mas adelante, la rueda de atrás se tambaleaba y nos dimos por fin cuenta de que habíamos pinchado. Y enseguida me vino a la mente el hombre que nos intento avisar por la ventanilla horas antes, y que torpemente no supimos interpretar.
Estábamos muy lejos de nuestro destino y no había nada cercano donde pudiéramos parar y reparar el pinchazo. De repente apareció por detrás con una moto el salvador, con decisión y dirigiendo la situación. Enseguida me indicó que me subiera con el en la parte de atrás, y que Jairo despacio nos siguiera. El salvador iba acelerado con la moto, preguntando a otras gentes locales por un sitio donde cambiar la rueda. Yo miraba hacia atrás e intentaba no perder de vista a Jairo, aunque por momentos fue imposible. Nuestro salvador aceleraba y se desvivía buscando un sitio o taller. Salimos ya del valle y nos encontrábamos de nuevo en carretera. Encontramos una casa junto a ella y paramos a preguntar, pero no pudo ser. Seguimos adelante y rápido por la carretera, estaba atardeciendo. Pronto caería la noche y todavía no sabemos que va a ocurrir con nosotros, pensaba. Me giraba y veía a Jairo muy lejano. El iba despacio procurando no desestabilizarse, mientras yo seguía con el salvador que desinteresadamente estaba ayudándonos. 



Llegamos a otro puesto o casa al pie de la carretera. Paramos a preguntar y esta vez sí que se podía , pero antes había que ir a buscar la goma de recambio acorde con la medida de la rueda. El salvador le dijo a Jairo que esperara allí, mientras nosotros íbamos en busca del recambio. Así fue, el salvador aceleraba mucho más que antes. Iba a toda leche, haciendo eses pasando a los coches y demás vehículos, como si le fuera la vida en ello. En ese instante volví a sentir esa sensación de aventura. De nuevo pensé en las circunstancias insólitas. Subido en la moto de un chico que acabo de conocer, y que se esta desviviendo por ayudarnos. En un sitio totalmente desconocido, que si me dejara abandonado no sabría ni donde estoy, yendo a gran velocidad en busca de un simple recambio, pero que pareciera que fuésemos a buscar un tesoro escondido. ¡Otra vez corría por mis venas adrenalina pura! Miraba el entorno, los paisajes con la luz del atardecer, le daban un toque especial a aquel momento. No podía dejar de sonreir.



Preguntamos en un par de sitios de recambios, hasta dar con uno que si tenían el que necesitábamos. Deprisa y corriendo volvimos donde habíamos dejado a Jario solo esperando. El salvador habló con el hombre que nos cambiaría la rueda, para que nos cobrara a precio real, es decir a precio local. La reparación del pinchazo nos salió por 5.000 IRP, poco menos de medio euro. El salvador dejó la situación controlada y antes de que se fuera, quise agradecerle todo lo que había hecho por nosotros.
Cuando le vimos en el valle y estuvimos hablando un buen rato con el, durante la charla el se fijó en un colgante que yo llevaba, y que le gustó mucho. Ese colgante en forma de cuerno color azul turquesa, era un regalo de unos amigos que tengo en Benidorm, Jesús y Ana. Me lo regalaron con sus mejores deseos para mi aventura. Lo guardaba con cariño, pero si algo he aprendido en este tiempo, es a no apegarme a las cosas. Y si ese colgante tenía un propósito, estoy seguro que era el de estar en manos de el salvador. Las circunstancias así lo han querido y me siento mucho más feliz dándolo que reteniéndolo. Seguro que Jesús y Ana se alegrarán de saberlo.
De nuevo se emocionó nuestro salvador, nos abrazamos y despedimos de el. Se fue con su moto como un rayo hacia el valle de donde pertenece. Un valle con maravillas naturales, en forma de montañas, campos verdes y almas puras. Un mundo mágico, compuesto de un paraje sin igual donde habitan seres extraordinarios. Y que hoy hemos sido testigos de esa magia que desprende Harau Valley.



Mientras arreglaban el pinchazo, nosotros estábamos digiriendo todo lo que nos había ocurrido aquella tarde. Pensando en lo que pudo ser y no fue, y que gracias a un ser puro e inocente que se acerco a nosotros y nos dio su afecto, cariño y admiración. Hemos podido abrir nuestros corazones y almas, recuperando esa fe que creíamos perdida. El destino nos ha lanzado un rayo partiéndonos en dos. Sacudiendo nuestras entrañas y revolviendo nuestros sentimientos. Viviendo una gran lección de la vida en forma de aventura. Hemos sido arropados por la bondad, por la nobleza. La vida nos demuestra a cada paso lo que realmente necesitamos, poniendo en nuestro camino señales, lecciones y situaciones de crecimiento personal. Ahora soy yo quien emocionado llora, de alegría, de emoción, de felicidad. Porque gracias a el salvador que nos dio y regaló su Amor, soy más libre de mente y de malos sentimientos. El salvador no sólo nos salvó de una tarde llena de problemas y contratiempos, también nos salvó de nosotros mismos.


EL SALVADOR

martes, 4 de junio de 2013

LA MAGIA DE SUMATRA

Dejamos atrás el mundo musulmán de Malasia para introducirnos en otro totalmente distinto aunque también musulmán. Cambiamos de escenario, de país, y hasta de nivel de vida.
Cruzamos el estrecho de Malaca dirección Dumai, en la isla de Sumatra (Indonesia). Sumatra es ahora mayormente conocida por la famosa desgracia del tsunami. Pero nosotros íbamos a conocer el verdadero, puro y noble espíritu que brota de entre tanta naturaleza y contagia tanto a sus habitantes como a sus visitantes.





Ya en el ferri, entre un país y otro yo estaba acomodado en el interior del mismo, mientras que Jairo estaba en la cubierta conversando con un chico local. Casi al llegar a nuestro destino me uní a la conversación, la cual era sobre el tabaco. El chico nos explicaba que en Indonesia es mejor y mas barato que en Malasia. La verdad es que si en lo referente al precio, por ejemplo al cambio un paquete de Mallboro cuesta un euro y poco.
Cuando llegamos al muelle, resulta que el chico con el que estábamos hablando trabajaba en el ferri y nos favoreció en la recogida de equipaje. Buscó nuestras mochilas y fuimos de los primeros ahorrándonos la marabunta que se forma en los ferris para recoger los bultos.
Teníamos que pasar el punto de control. Los de seguridad al ver que éramos españoles y como justamente hacía un par de días antes España ganó la eurocopa, nos felicitaron. Y el control se transformó en una charla amistosa y de colegueo. Empezábamos a notar la amabilidad y las sonrisas sinceras de las gentes de Sumatra.
Afuera del muelle había un ejército de hombres en busca de clientes y turistas para llevarlos en sus coches. Un hombre con el que hablamos en el ferri nos "aconsejó" ir a una agencia para coger transporte. El hombre nos quiso liar y nosotros digámoslo así, nos dejamos. Pues bien, al final fuimos en furgoneta hasta la agencia, parando antes para sacar dinero nuevo en un país nuevo. Aquí el dinero son la rupias indonesias, 1 euro = 12.000 IDR. Por el camino no podía dejar de observar y maravillarme por otro sitio nuevo que estaba a punto de conocer.



Indonesia es un país pobre y mientras íbamos en la furgoneta camino a la agencia, observaba las estructuras de las casas de dos pisos en forma de cubo y medio derruídas y no podía evitar compararlo con Nepal. Se parecían mucho y bastante a las pequeñas ciudades y pueblos que conocí allí, con carreteras mal asfaltadas, socavones e incluso a veces la falta de asfalto convirtiéndose en un camino polvoriento y lleno de baches. Una vez más cambiaba de un país acomodado  como Malasia e incluso Tailandia, a uno más humilde.

La verdad es que me siento más cómodo en sitios o países  más pobres, quizá uno pueda notar y palpar mejor la sencillez y la bondad de sus gentes. Realmente es cierto eso de que cuanto menos tienes más das. Lo he comprobado durante todo este tiempo, llegando a veces a desconfiar por la falta de costumbre. Uno viene tan envenenado de su mundo que es un trabajo diario quitarse la desconfianza y el miedo. Pero de eso se trata, de encontrarte en situaciones y superarte resolviendo el conflicto de turno. No se trata de confiar en los demás, sino en ti mismo. ¿Tienes confianza en ti? ¿Tienes ese valor necesario para superar el miedo a confiar?. Confianza en la entrega a la buena fe, un riesgo positivo que abre posibilidades. Posibilidades infinitas y que según apuestes por ello ganarás mas o menos. Una de mis frases favoritas es aquella que dice " el que no arriesga no gana " y que ¡gran verdad!.
Mucha gente se cree que arriesgar es luchar en la vida por conseguir cosas materiales, dinero, poder, una buena posición social. Y lo único que consiguen es una coraza que se creen les protege de sus miedos y en realidad les aleja de ellos mismos. Es justo lo contrario, en la humildad y sencillez uno esta más conectado con su ser, con uno mismo y por lo tanto con los demás. Quizás por eso me sienta más cómodo en estos tipos de países, porque sus gentes suelen ser más puras y nobles. No tienen tantos miedos creados por el apego a lo material, puesto que no tienen acceso a ello. Tienen menos que perder y en cambió mucho que ofrecer y te lo dan.




Nuestro siguiente destino estaba entre Padang, una zona costera bañada por el océano Indico donde los surfistas hacen de las suyas o Bukittinggi, una pequeña ciudad en el interior de la isla y más al norte. Estábamos cansados de tanta playa, palmeras, olas y estampas de postales (suena un poco presuntuoso pero es cierto) y preferíamos visitar cosas y sitios diferentes ya que aquí en Sumatra la naturaleza es bestial.
Sumatra es la sexta isla más grande del mundo y la mayor de Indonesia. Como he mencionado antes tiene una naturaleza salvaje increíble, llena de selva tropical, volcanes, lagos, campos y extensiones verdes. Con una fauna singular como el famoso tigre de Sumatra, rinocerontes y orangutanes. Pero lamentablemente están en serio peligro de extinción ya que en los últimos 35 años se ha perdido la mitad de su habitad, de su selva tropical.

Al final decidimos ir a Bukittinggi compartiendo una van junto a otras gentes locales. Por el camino tuvimos que apearnos un par de veces para empujar, ya que todo era muy rudimentario. Ya pensábamos que nos tocaría dormir en medio de la selva entre montañas je je ¡otra aventura más!; Pero al final sí que pudimos proseguir nuestro viaje.
Era de noche y paramos un par de veces para tomar algo en alguna tienda-restaurante y casa a la vez. El entorno me recordaba mucho a mi entrada a la India que hice en un jeep de noche. Como he dicho, las casas son muy parecidas a las de Nepal e India y la carretera junto a la tierra rojiza le daban ese toque auténtico a la vez que parecido.
Las gentes no estaban acostumbrados a ver mucho turistas ya que nos miraban y observaban todo y cada uno de nuestros actos con gran expectación. Incluso uno de los camareros con el dedo como si estuviera señalando, nos daba toques en el hombro comprobando si  éramos de verdad.
El momento fue divertido y la situación curiosa. En un zona del mapa que ni sabíamos donde estábamos en medio de la nada, por la noche, en un sitio de comida en mitad de la carretera con pocas personas. Estas, mirándonos con atención como si fuésemos extraterrestres. Y así era, éramos dos seres totalmente extraños para ellos con atuendos y aspectos diferentes. Ellos se sentían atraídos por la curiosidad y comprobaron por ellos mismos que tipo de personas éramos. Eso sí, sus sonrisas y miradas eran tiernas, nos sentimos cómodos.





Seguíamos nuestro viaje nocturno hasta que llegamos a las afueras de Bukittinggi, donde el conductor después de dejar a los demás pasajeros nos quería dejar allí. Pero le pedimos que nos dejara en la misma ciudad y no a las afueras. Luego nos enteramos por otros viajeros, que suelen hacer eso. Dejar a las afueras de la ciudad a los turistas en medio de la noche y que se apañen andando unos kilómetros. Menos mal que nos dimos cuenta antes y le pedimos que no lo hiciera.
Eran las cinco de la mañana y Bukittinggi estaba cerrado es decir, no había ninguna posibilidad de quedarnos en ninguna guest house hasta la mañana. Dimos vueltas y vueltas con nuestras mochilas intentándolo hasta que al final encontramos uno bastante penoso regentado por un hombre alemán. Decidimos quedarnos para dormir un par de horas aunque sea. Así hicimos, nos pusimos el despertador antes de la hora del “check out” para buscar otro mas cómodo a la vez que rentable.

Por fin estábamos en Bukittinggi. Una ciudad pequeña rodeada de increíble naturaleza, una ciudad donde la vida se resuelve tranquila y donde las gentes son abiertas, cariñosas y risueñas. Y lo íbamos a comprobar a cada momento.





El primer día como estábamos algo cansados del viaje no quisimos hacer ni visitar nada especial, dimos una vuelta por la plaza principal donde se encuentra “Jam Gadang” una torre con un reloj, regalo de la reina de Holanda. También desde la plaza se puede observar parte de la cordillera que tiene Sumatra. Ya que Bikittinggi se encuentra en la zona alta de una colina a unos mil metros, teniendo buena posición para unas buenas vistas.




Seguíamos con nuestro paseo, visitamos un mercadillo que había cerca de la plaza. Y entre tanta gente y bullicio iba a entrar a escena Manuel.
Manuel es un gallego afincado en Sevilla desde hace mucho años que nos preguntó por una dirección y acabamos haciendo muy buenas migas. Es un hombre singular, auténtico y que habla por los codos, pero es tan agradable que da gusto escucharle.
Manuel es un hombre de mundo, ha viajado mucho durante su vida, ha sido profesor, estudiado magisterio, psicología y filología árabe. Es un hombre interesante que sus 67 años tiene mucho que enseñar no sólo por su cultura sino por su experiencia en la vida. Lo que destaco de el es su autenticidad, con un carácter extrovertido, sencillo y noble. Intercambiamos opiniones y risas ya que también es muy divertido. Mas tarde nos despedimos de el y proseguimos con nuestro paseo.
La gente nos saludaba y sonreía sin cesar, algunos hasta venían para pedirte hacerse una foto contigo como si fueras un actor o futbolista famoso. Muy parecido a lo que me ocurría en la India pero aquí más exagerado. Grupos de gentes, chicas y chicos, madres y niños, saludaban desde la otra calle y sonrientes te preguntaban las cosas típicas que se le preguntan a los turistas. Por momentos alguien se paraba y se relacionaba contigo con gran admiración. Para nosotros era una calurosa bienvenida a un país y más concretamente a una isla que dificilmente podremos olvidar.





Al día siguiente, esta vez sí. Fuimos a recorrer y visitar Bukuttinggi y sus alrededores. Caminamos todo el día, sin prisas y disfrutando de cada momento. Como estaba siendo habitual, grupos de gente nos saludaba y nosotros parándonos y charlando con ellos. Después de varios kilómetros, nos encontrábamos fuera de la ciudad y contemplábamos la belleza sin igual del lugar. Campos de arroz, verdes praderas, selva de fondo... Y por el camino casas rurales de campesinos, los cuales se paraban a saludar.




En una ocasión nos “asaltó” un grupo de niños acompañados de una mujer a la que habíamos saludado el día anterior en la ciudad. Los niños jugaban con nosotros y preguntaban curiosos. Era tal la admiración hacia nosotros que querían que les firmásemos sus camisetas de fútbol como si fuéramos sus ídolos. Ahora se como se sienten los futbolistas famosos y puedo decir que es abrumador, sintiéndonos confortables y cómodos con la situación, aunque fuera peculiar todos lo pasamos muy bien. Fue un momento entrañable.

Por la tarde ya anocheciendo, regresábamos a Bukittingi. Volvíamos con las pilas cargadas en vez de gastadas por estar todo el día por ahí dando vueltas. Las muestras de cariño y de afecto hacían a uno reconfortarse y sentirse lleno de Amor, contagiándose y trasmitiendolo a la vez.
Por la noche fuimos a un restaurante que se come muy bien a un precio razonable. Ahí suelen reunirse y encontrarse los turistas, y allí nos encontramos con Manuel junto a Alex, un chico francés al que conocimos en el ferri al venir aquí. Estuvimos tomando algo, charlando e intercambiando información como es habitual entre viajeros. Al final sacamos en claro lo que haríamos al día siguiente, visitar el lago Maninjau.





Cogimos un bus local que nos dejaría cerca del lago. A sus orillas se ubican las casas de las gentes que habitan allí, campesinos que trabajan la tierra para poder subsistir. La zona era muy tranquila, hermosa y con un ambiente de paz y quizá hasta incluso místico. Caminábamos despacio, atentos a los detalles que surgían del entorno. Paramos a comer en una casa, aquí es habitual que el restaurante o sitio para comer, sea la misma casa donde vive el propietario con toda su familia, viéndoles mientras comes como hacen sus cosas, limpian o los niños juegan a una “playstation” pirata. Por los menos los sitios que no son para turistas y que están mas alejados de un núcleo urbano si, aunque la verdad esto es habitual en muchos países de Asia en general. Mientras esperas a que te traigan la comida, uno puede vivir de cerca sus costumbres en su hábitat y así conocer un poquito más su cultura. Es interesante conocer los sitios más alejados del turismo y perderse entremezclándose con la vida autóctona del lugares que uno visita viajando.



Estábamos solos, recorriendo aquel paraje extraordinario que formaban el lago, los campos de cultivo, las casa y sus habitantes. Rodeados de naturaleza y un entorno rural donde las gentes locales hacen sus vidas rutinarias, que supongo para ellos es sacrificada y dura pero que a nosotros nos fascinaba.


Aquí no hay lujos ni comodidades, todo es más campechano, más autentico. La vida aquí es diferente, sencilla y a la vez que hermosa, cruda. No hay recursos ni muchas veces medios pero sus sonrisas y personalidades amables hace casi imperceptible esas carencias.


Estamos descubriendo uno de los lugares naturales más impresionantes que hemos visto y a las gentes mas buenas que hemos encontrado. Nuestro viaje por Indonesia promete y mucho...