Toda
persona nace libre, limpia de espíritu y con una absoluta pureza que
se ve reflejada en su inocencia. Rebosa Amor y no tiene miedos. Su
razonamiento es tan simple y certero, como contundente. ¿Por que he
de tener miedo a mostrar mi Amor? ¿Por que no voy a decirte lo que
pienso o siento? ¿Por que no voy a decirte te quiero? Ni siquiera
estas cuestiones se las plantea, ni se le pasa por la cabeza ya que
son preguntas generadas por el miedo. La pureza, la inocencia, no
tiene miedo a mostrarse, se muestra. No se cuestiona hacerlo o no
hacerlo, decirlo o no decirlo. Fluye natural como la luz que emana de
su ser. Que es tan fuerte que no deja apenas duda de su pureza.
Todos
en algún momento de nuestras vidas hemos sido o tenido esa gran
pureza, que con el tiempo y las circunstancias uno va perdiendo o
desvinculándose de ella poco a poco. Pero que mucha gente da igual
la edad que tenga, aún conserva y se ve en sus ojos. También es
cierto que la mayoría buscamos en los demás esa pureza y virtudes,
queriendo recuperar de alguna forma la nuestra perdida. Quedándonos
maravillados e incluso enamorados cuando encontramos esa inocencia
que mucho, poco o en parte hemos perdido. Y que como bien dice Luz
Casal en su canción, para volver a encontrar la nuestra debemos
mirar atrás y buscar entre nuestros recuerdos.
Estoy
aprendiendo a recuperar esa inocencia. Jamás pensé que eso pudiera
ser posible, es como recuperar la fe. La fe en las personas, en los
demás, la confianza en ti mismo. El saber que por mucho daño que te
hayan podido hacer, y el que tu también hayas podido realizar,
existe el perdón. Y ese perdón es la llave que abre esa puerta
escondida en el fondo de tu ser, donde el dolor y el rencor guardaron
tus buenos sentimientos. Y que hoy estoy volviendo a recuperar.
Todo
es un proceso. Uno poco a poco vuelve hacia atrás, hacia si mismo.
Generando templanza hacia ese deseado y famoso equilibrio.
Recuperando buenos sentimientos, positividad y resurgiendo de nuevo
la buena fe, pureza e inocencia. Creyendo en ti, en los demás y en
este mundo que tan difícil a uno se lo ponen.
Seguimos
en Bukittinggi disfrutando de esta pequeña y entrañable ciudad.
Después de visitar sus alrededores a pie y en transporte local,
teníamos un pequeño dilema Jairo y yo.
Para
visitar otros sitios interesantes tendríamos que tener algún tipo
de vehículo como una moto por ejemplo. El dilema esta en que yo
tengo licencia para conducirlas y en cambio no se llevarlas. Y Jairo
por contra, sabe conducirlas pero no tiene licencia.
Aquí
en Indonesia nos habíamos informado y a parte nos habían comentado
que la policía es muy corrupta, y siempre que pueden te paran en la
carretera para sacarte todo lo que puedan y más. No sabíamos que
hacer, si alquilar una moto y arriesgarnos o ser más prudentes. Al
final pudo más nuestros impulsos que los razonamientos, pero también
influyó mucho el saber que no caminaríamos durante largas horas.
Alquilamos
la moto en el restaurante donde solíamos cenar o tomar algo por las
noches. El chico que nos alquilaba la moto nos dio la licencia de la
misma y los respectivos cascos. Y nos lanzamos a la carretera en
busca del valle encantado. No es ningún título de ninguna
película de aventuras, nos dirigíamos hacia un valle precioso
llamado “Harau Valley”, que se encuentra a las afueras de
Bukittinggi. De ahí que quisiéramos alquilar una moto, por ir más
lejos y recorrer sitios que de otra manera sería casi imposible
porque las distancias son enormes. La verdad es que no se a cuantos
kilómetros se encuentra el valle desde Bukittinggi, pero si se que
esta a casi dos horas en moto. Algo inimaginable plantearse el ir
andando o en transporte local. Ya que para ir en transporte nos
informamos y tendríamos que haber cogido una combinación de 3 buses
locales sólo de ida, sumando la vuelta, con sus horarios, etc,
etc... sale más a cuentas alquilar la moto, además de la libertad
que tienes para moverte por estos parajes increíbles, disfrutando de
las vistas sin horarios ni rutas establecidas.

Seguíamos
en carretera y paramos a repostar. Aquí la gasolina al cambio es de
0'5 euros el litro, muy barata para nosotros, pero acorde con el
nivel de vida que hay aquí en Indonesia.
Por
el camino, un señor con la amabilidad que aquí les caracteriza. En
un coche nos señalaba por la ventanilla nuestra parte trasera de la
moto. En un primer momento pensábamos que ocurría algo, paramos y
era que teníamos la rueda algo desinflada. Le pusimos aire y
continuamos nuestro viaje hacia el valle. Durante el trayecto veíamos
montañas pequeñas, diría yo que más bien eran mesetas con
palmeras y vegetación a sus pies y alrededores adornándolas.
Constituyendo todo ello un paisaje natural impactante. No por la
misma naturaleza en sí, sino por el color de la misma. Un verde
intenso e incluso pareciera fluorescente en algunos tramos. Los
campos de arroz, los campos de cultivo, hacían que mirases donde
mirases, sintieras gozo y alegría, te sintieras bien contigo mismo y
acorde con el entorno que veías y sentías. Ese bienestar que
sientes y esa conexión que hace que todo este en su sitio y en
perfecta armonía que parece uno haber encontrado. Sólo la he
sentido rodeado de naturaleza, y aquí en Sumatra es tanta y tan
bella que uno inevitablemente se ve integrado en ella. Por la
sencilla razón de que todos formamos parte de esa misma y
maravillosa naturaleza.

Llegamos
a un punto antes de entrar al valle por la carretera, donde había
una caseta. Allí teníamos que pagar nuestra entrada
(5000 IDR), poco menos de medio euro para entrar en un mundo aparte.
Pasábamos
la caseta e íbamos introduciéndonos hacia el valle. Veíamos
enfrente nuestra una montaña, la cual a mi personalmente me
fascinaba. Teníamos que pasar por un pequeño desfiladero provocado
por los también pequeños acantilados que formaban las montañas. Al
salir del desfiladero, apareció el increíble y hermoso valle.
Rodeado de montañas, lleno de vegetación, desprendiendo un verde
intenso. Era como entrar en otro mundo, como si ese trozo de tierra
jamás la hubiera pisado el hombre. Era increíblemente hermoso,
tanto que paramos la moto y nos recreamos la vista echando un vistazo
de trescientos sesenta grados. Aquello era como haber entrado en una
burbuja de cristal donde dentro se conserva un paraíso natural. Y
con cuidado y gran expectación cuidábamos de no alterar la paz y
armonía que allí reinaba. Incluso el ruido del motor de la moto
molestaba en ese entorno.

Dimos
una gran vuelta rodeando el valle, viendo casitas de las pocas gentes
que allí vivían, con sus ganados y terrenos de tierras cultivadas.
Todo era mágico, como si fuera la primera página de un cuento y
empezara diciendo “érase una vez...” Estábamos encantados de
estar en una fábula pero hecha realidad donde los protagonistas
éramos nosotros mismos.
Seguíamos
por un camino bordeando el valle hasta llegar a la primera cascada de
las cuatro que allí hay. Paramos a contemplarla y proseguimos hacia
una zona donde se ubican las tres restantes.
Esta
zona esta preparada para los visitantes. Con una pequeña tienda para
tomar algo y alrededor suyo un aparcamiento, donde había
gente local vendiendo souvenirs y demás.
Entre
esa gente se encontraba el protagonista de esta historia,
lamentablemente no recuerdo su nombre, pero le voy a llamar “el
salvador”. El chico tenía una bolsa llena de dulces
caseros que vendía a los turistas y visitantes del valle. Se puso a
hablar un rato con nosotros y después de un rato, Jairo y yo fuimos
a ver una cascada cercana, esta vez a pie. Mientras paseábamos
alrededor de ella, veíamos a familias locales como disfrutaban
bañándose y divirtiéndose alrededor. Sonriéndonos como era ya
costumbre y alguno queriéndose hacer alguna foto.

Seguimos andando
para ver las otras dos cascadas que nos faltaban. Estaban cerca una
de la otra, así que fue un paseo corto. Después de contemplarlas un
rato y disfrutar del entorno, empezó a llover con fuerza pero en
poco tiempo. Nos dirigimos hacia la moto y a la mitad del camino,
venía hacia nosotros el salvador con otro
amigo. Venía a buscarnos para hablar con nosotros y se trajo a su
amigo para que le hiciera de traductor. Nos dio una de las bolsas de
dulces que tenía para vender como regalo, también nos obsequió con
unos llaveros hechos a mano de madera. El salvador estaba
exaltado intentando decirnos cosas, quería tener contacto con
nosotros y cambiamos emails. Nos sonreía sin cesar, sus ojos
brillaban de una forma especial, desprendían pureza. Su nobleza
rebosaba en la forma de hablarnos y cada vez que intentaba decirnos
algo, que aunque no le entendiéramos, con verle actuar sus gestos se
le interpretaba.

El
salvador junto a su amigo insistieron en querer tomar un
café con nosotros. Este fue a llamar a unas chicas que no
sabíamos si eran familia, amigas o que se yo. El caso es que nos
presentó con gran admiración y con las ganas esas que uno tiene de
que los demás conozcan a una persona especial. Ahí estábamos todos
tomando algo y charlando amistosamente. El
salvador saciaba su curiosidad bombardeándonos a
preguntas, expresándose como podía y nosotros mientras,
sintiéndonos muy cómodos y percibiendo todo el cariño que nos
estaba regalando. Aprovechamos y quisimos también entrar en
el juego y le preguntamos cosas. Sobre su trabajo, familia, edad
(35a.) etc...
Al
despedirnos de el ocurrió algo excepcional, el
salvador se puso a llorar. Triste y emocionado se
despidió de nosotros entre lágrimas. Quizá fuera tanta la
admiración hacia nosotros que le pudo la emoción. O puede ser tal y
tanta la pureza, que no retiene ni esconde ningún sentimiento.
Nos
dirigimos hacia la moto para marcharnos, y al lado había un grupo de
locales que nos hacían señas a la parte trasera de la moto.
Nosotros no entendíamos a que se referían y comenzamos la marcha.
Unos metros mas adelante, la rueda de atrás se tambaleaba y nos
dimos por fin cuenta de que habíamos pinchado. Y enseguida me vino a
la mente el hombre que nos intento avisar por la ventanilla horas
antes, y que torpemente no supimos interpretar.
Estábamos
muy lejos de nuestro destino y no había nada cercano donde
pudiéramos parar y reparar el pinchazo. De repente apareció por
detrás con una moto el salvador, con
decisión y dirigiendo la situación. Enseguida me indicó que me
subiera con el en la parte de atrás, y que Jairo despacio nos
siguiera. El salvador iba acelerado con la
moto, preguntando a otras gentes locales por un sitio donde cambiar
la rueda. Yo miraba hacia atrás e intentaba no perder de vista a
Jairo, aunque por momentos fue imposible. Nuestro salvador aceleraba
y se desvivía buscando un sitio o taller. Salimos ya del valle y nos
encontrábamos de nuevo en carretera. Encontramos una casa junto a
ella y paramos a preguntar, pero no pudo ser. Seguimos adelante y
rápido por la carretera, estaba atardeciendo. Pronto caería la
noche y todavía no sabemos que va a ocurrir con nosotros, pensaba.
Me giraba y veía a Jairo muy lejano. El iba despacio procurando no
desestabilizarse, mientras yo seguía con el salvador que
desinteresadamente estaba ayudándonos.

Llegamos a otro puesto o casa
al pie de la carretera. Paramos a preguntar y esta vez sí que se
podía , pero antes había que ir a buscar la goma de recambio acorde
con la medida de la rueda. El salvador le
dijo a Jairo que esperara allí, mientras nosotros íbamos en busca
del recambio. Así fue, el salvador aceleraba
mucho más que antes. Iba a toda leche, haciendo eses pasando a los
coches y demás vehículos, como si le fuera la vida en ello. En ese
instante volví a sentir esa sensación de aventura. De nuevo pensé
en las circunstancias insólitas. Subido en la moto de un chico que
acabo de conocer, y que se esta desviviendo por ayudarnos. En un
sitio totalmente desconocido, que si me dejara abandonado no sabría
ni donde estoy, yendo a gran velocidad en busca de un simple
recambio, pero que pareciera que fuésemos a buscar un tesoro
escondido. ¡Otra vez corría por mis venas adrenalina pura! Miraba
el entorno, los paisajes con la luz del atardecer, le daban un toque
especial a aquel momento. No podía dejar de sonreir.

Preguntamos
en un par de sitios de recambios, hasta dar con uno que si tenían el
que necesitábamos. Deprisa y corriendo volvimos donde habíamos
dejado a Jario solo esperando. El salvador habló
con el hombre que nos cambiaría la rueda, para que nos cobrara a
precio real, es decir a precio local. La reparación del pinchazo nos
salió por 5.000 IRP, poco menos de medio euro. El
salvador dejó la situación controlada y antes de que
se fuera, quise agradecerle todo lo que había hecho por nosotros.
Cuando
le vimos en el valle y estuvimos hablando un buen rato con el,
durante la charla el se fijó en un colgante que yo llevaba, y que le gustó mucho. Ese colgante en forma de cuerno color azul turquesa, era un regalo de unos amigos que
tengo en Benidorm, Jesús y Ana. Me lo regalaron con sus mejores
deseos para mi aventura. Lo guardaba con cariño, pero si algo he
aprendido en este tiempo, es a no apegarme a las cosas. Y si ese
colgante tenía un propósito, estoy seguro que era el de estar en
manos de el salvador. Las circunstancias así lo
han querido y me siento mucho más feliz dándolo que reteniéndolo.
Seguro que Jesús y Ana se alegrarán de saberlo.
De
nuevo se emocionó nuestro salvador, nos abrazamos
y despedimos de el. Se fue con su moto como un rayo hacia el valle de
donde pertenece. Un valle con maravillas naturales, en forma de
montañas, campos verdes y almas puras. Un mundo mágico, compuesto
de un paraje sin igual donde habitan seres extraordinarios. Y que hoy
hemos sido testigos de esa magia que desprende Harau Valley.

Mientras
arreglaban el pinchazo, nosotros estábamos digiriendo todo lo que
nos había ocurrido aquella tarde. Pensando en lo que pudo ser y no
fue, y que gracias a un ser puro e inocente que se acerco a nosotros
y nos dio su afecto, cariño y admiración. Hemos podido abrir
nuestros corazones y almas, recuperando esa fe que creíamos perdida.
El destino nos ha lanzado un rayo partiéndonos en dos. Sacudiendo
nuestras entrañas y revolviendo nuestros sentimientos. Viviendo una
gran lección de la vida en forma de aventura. Hemos sido arropados
por la bondad, por la nobleza. La vida nos demuestra a cada paso lo
que realmente necesitamos, poniendo en nuestro camino señales,
lecciones y situaciones de crecimiento personal. Ahora soy yo quien
emocionado llora, de alegría, de emoción, de felicidad. Porque
gracias a el salvador que nos dio y regaló
su Amor, soy más libre de mente y de malos sentimientos. El
salvador no sólo nos salvó de una tarde llena de
problemas y contratiempos, también nos salvó de nosotros mismos.
 |
EL SALVADOR |