Translate

lunes, 17 de junio de 2013

EL SALVADOR



Toda persona nace libre, limpia de espíritu y con una absoluta pureza que se ve reflejada en su inocencia. Rebosa Amor y no tiene miedos. Su razonamiento es tan simple y certero, como contundente. ¿Por que he de tener miedo a mostrar mi Amor? ¿Por que no voy a decirte lo que pienso o siento? ¿Por que no voy a decirte te quiero? Ni siquiera estas cuestiones se las plantea, ni se le pasa por la cabeza ya que son preguntas generadas por el miedo. La pureza, la inocencia, no tiene miedo a mostrarse, se muestra. No se cuestiona hacerlo o no hacerlo, decirlo o no decirlo. Fluye natural como la luz que emana de su ser. Que es tan fuerte que no deja apenas duda de su pureza.
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido o tenido esa gran pureza, que con el tiempo y las circunstancias uno va perdiendo o desvinculándose de ella poco a poco. Pero que mucha gente da igual la edad que tenga, aún conserva y se ve en sus ojos. También es cierto que la mayoría buscamos en los demás esa pureza y virtudes, queriendo recuperar de alguna forma la nuestra perdida. Quedándonos maravillados e incluso enamorados cuando encontramos esa inocencia que mucho, poco o en parte hemos perdido. Y que como bien dice Luz Casal en su canción, para volver a encontrar la nuestra debemos mirar atrás y buscar entre nuestros recuerdos.

Estoy aprendiendo a recuperar esa inocencia. Jamás pensé que eso pudiera ser posible, es como recuperar la fe. La fe en las personas, en los demás, la confianza en ti mismo. El saber que por mucho daño que te hayan podido hacer, y el que tu también hayas podido realizar, existe el perdón. Y ese perdón es la llave que abre esa puerta escondida en el fondo de tu ser, donde el dolor y el rencor guardaron tus buenos sentimientos. Y que hoy estoy volviendo a recuperar.
Todo es un proceso. Uno poco a poco vuelve hacia atrás, hacia si mismo. Generando templanza hacia ese deseado y famoso equilibrio. Recuperando buenos sentimientos, positividad y resurgiendo de nuevo la buena fe, pureza e inocencia. Creyendo en ti, en los demás y en este mundo que tan difícil a uno se lo ponen.




Seguimos en Bukittinggi disfrutando de esta pequeña y entrañable ciudad. Después de visitar sus alrededores a pie y en transporte local, teníamos un pequeño dilema Jairo y yo.
Para visitar otros sitios interesantes tendríamos que tener algún tipo de vehículo como una moto por ejemplo. El dilema esta en que yo tengo licencia para conducirlas y en cambio no se llevarlas. Y Jairo por contra, sabe conducirlas pero no tiene licencia.
Aquí en Indonesia nos habíamos informado y a parte nos habían comentado que la policía es muy corrupta, y siempre que pueden te paran en la carretera para sacarte todo lo que puedan y más. No sabíamos que hacer, si alquilar una moto y arriesgarnos o ser más prudentes. Al final pudo más nuestros impulsos que los razonamientos, pero también influyó mucho el saber que no caminaríamos durante largas horas.
Alquilamos la moto en el restaurante donde solíamos cenar o tomar algo por las noches. El chico que nos alquilaba la moto nos dio la licencia de la misma y los respectivos cascos. Y nos lanzamos a la carretera en busca del valle encantado. No es ningún título de ninguna película de aventuras, nos dirigíamos hacia un valle precioso llamado “Harau Valley”, que se encuentra a las afueras de Bukittinggi. De ahí que quisiéramos alquilar una moto, por ir más lejos y recorrer sitios que de otra manera sería casi imposible porque las distancias son enormes. La verdad es que no se a cuantos kilómetros se encuentra el valle desde Bukittinggi, pero si se que esta a casi dos horas en moto. Algo inimaginable plantearse el ir andando o en transporte local. Ya que para ir en transporte nos informamos y tendríamos que haber cogido una combinación de 3 buses locales sólo de ida, sumando la vuelta, con sus horarios, etc, etc... sale más a cuentas alquilar la moto, además de la libertad que tienes para moverte por estos parajes increíbles, disfrutando de las vistas sin horarios ni rutas establecidas.




Seguíamos en carretera y paramos a repostar. Aquí la gasolina al cambio es de 0'5 euros el litro, muy barata para nosotros, pero acorde con el nivel de vida que hay aquí en Indonesia.
Por el camino, un señor con la amabilidad que aquí les caracteriza. En un coche nos señalaba por la ventanilla nuestra parte trasera de la moto. En un primer momento pensábamos que ocurría algo, paramos y era que teníamos la rueda algo desinflada. Le pusimos aire y continuamos nuestro viaje hacia el valle. Durante el trayecto veíamos montañas pequeñas, diría yo que más bien eran mesetas con palmeras y vegetación a sus pies y alrededores adornándolas. Constituyendo todo ello un paisaje natural impactante. No por la misma naturaleza en sí, sino por el color de la misma. Un verde intenso e incluso pareciera fluorescente en algunos tramos. Los campos de arroz, los campos de cultivo, hacían que mirases donde mirases, sintieras gozo y alegría, te sintieras bien contigo mismo y acorde con el entorno que veías y sentías. Ese bienestar que sientes y esa conexión que hace que todo este en su sitio y en perfecta armonía que parece uno haber encontrado. Sólo la he sentido rodeado de naturaleza, y aquí en Sumatra es tanta y tan bella que uno inevitablemente se ve integrado en ella. Por la sencilla razón de que todos formamos parte de esa misma y maravillosa naturaleza.



Llegamos a un punto antes de entrar al valle por la carretera, donde había una caseta. Allí teníamos que pagar nuestra entrada (5000 IDR), poco menos de medio euro para entrar en un mundo aparte.
Pasábamos la caseta e íbamos introduciéndonos hacia el valle. Veíamos enfrente nuestra una montaña, la cual a mi personalmente me fascinaba. Teníamos que pasar por un pequeño desfiladero provocado por los también pequeños acantilados que formaban las montañas. Al salir del desfiladero, apareció el increíble y hermoso valle. Rodeado de montañas, lleno de vegetación, desprendiendo un verde intenso. Era como entrar en otro mundo, como si ese trozo de tierra jamás la hubiera pisado el hombre. Era increíblemente hermoso, tanto que paramos la moto y nos recreamos la vista echando un vistazo de trescientos sesenta grados. Aquello era como haber entrado en una burbuja de cristal donde dentro se conserva un paraíso natural. Y con cuidado y gran expectación cuidábamos de no alterar la paz y armonía que allí reinaba. Incluso el ruido del motor de la moto molestaba en ese entorno.



Dimos una gran vuelta rodeando el valle, viendo casitas de las pocas gentes que allí vivían, con sus ganados y terrenos de tierras cultivadas. Todo era mágico, como si fuera la primera página de un cuento y empezara diciendo “érase una vez...” Estábamos encantados de estar en una fábula pero hecha realidad donde los protagonistas éramos nosotros mismos.



Seguíamos por un camino bordeando el valle hasta llegar a la primera cascada de las cuatro que allí hay. Paramos a contemplarla y proseguimos hacia una zona donde se ubican las tres restantes.



Esta zona esta preparada para los visitantes. Con una pequeña tienda para tomar algo y alrededor suyo un aparcamiento, donde había gente local vendiendo souvenirs y demás.
Entre esa gente se encontraba el protagonista de esta historia, lamentablemente no recuerdo su nombre, pero le voy a llamar “el salvador”. El chico tenía una bolsa llena de dulces caseros que vendía a los turistas y visitantes del valle. Se puso a hablar un rato con nosotros y después de un rato, Jairo y yo fuimos a ver una cascada cercana, esta vez a pie. Mientras paseábamos alrededor de ella, veíamos a familias locales como disfrutaban bañándose y divirtiéndose alrededor. Sonriéndonos como era ya costumbre y alguno queriéndose hacer alguna foto.



Seguimos andando para ver las otras dos cascadas que nos faltaban. Estaban cerca una de la otra, así que fue un paseo corto. Después de contemplarlas un rato y disfrutar del entorno, empezó a llover con fuerza pero en poco tiempo. Nos dirigimos hacia la moto y a la mitad del camino, venía hacia nosotros el salvador con otro amigo. Venía a buscarnos para hablar con nosotros y se trajo a su amigo para que le hiciera de traductor. Nos dio una de las bolsas de dulces que tenía para vender como regalo, también nos obsequió con unos llaveros hechos a mano de madera. El salvador estaba exaltado intentando decirnos cosas, quería tener contacto con nosotros y cambiamos emails. Nos sonreía sin cesar, sus ojos brillaban de una forma especial, desprendían pureza. Su nobleza rebosaba en la forma de hablarnos y cada vez que intentaba decirnos algo, que aunque no le entendiéramos, con verle actuar sus gestos se le interpretaba.




El salvador junto a su amigo insistieron en querer tomar un café con nosotros. Este fue a llamar a unas chicas que no sabíamos si eran familia, amigas o que se yo. El caso es que nos presentó con gran admiración y con las ganas esas que uno tiene de que los demás conozcan a una persona especial. Ahí estábamos todos tomando algo y charlando amistosamente. El salvador saciaba su curiosidad bombardeándonos a preguntas, expresándose como podía y nosotros mientras, sintiéndonos muy cómodos y percibiendo todo el cariño que nos estaba regalando. Aprovechamos y quisimos también entrar en el juego y le preguntamos cosas. Sobre su trabajo, familia, edad (35a.) etc... 

Al despedirnos de el ocurrió algo excepcional, el salvador se puso a llorar. Triste y emocionado se despidió de nosotros entre lágrimas. Quizá fuera tanta la admiración hacia nosotros que le pudo la emoción. O puede ser tal y tanta la pureza, que no retiene ni esconde ningún sentimiento.


Nos dirigimos hacia la moto para marcharnos, y al lado había un grupo de locales que nos hacían señas a la parte trasera de la moto. Nosotros no entendíamos a que se referían y comenzamos la marcha. Unos metros mas adelante, la rueda de atrás se tambaleaba y nos dimos por fin cuenta de que habíamos pinchado. Y enseguida me vino a la mente el hombre que nos intento avisar por la ventanilla horas antes, y que torpemente no supimos interpretar.
Estábamos muy lejos de nuestro destino y no había nada cercano donde pudiéramos parar y reparar el pinchazo. De repente apareció por detrás con una moto el salvador, con decisión y dirigiendo la situación. Enseguida me indicó que me subiera con el en la parte de atrás, y que Jairo despacio nos siguiera. El salvador iba acelerado con la moto, preguntando a otras gentes locales por un sitio donde cambiar la rueda. Yo miraba hacia atrás e intentaba no perder de vista a Jairo, aunque por momentos fue imposible. Nuestro salvador aceleraba y se desvivía buscando un sitio o taller. Salimos ya del valle y nos encontrábamos de nuevo en carretera. Encontramos una casa junto a ella y paramos a preguntar, pero no pudo ser. Seguimos adelante y rápido por la carretera, estaba atardeciendo. Pronto caería la noche y todavía no sabemos que va a ocurrir con nosotros, pensaba. Me giraba y veía a Jairo muy lejano. El iba despacio procurando no desestabilizarse, mientras yo seguía con el salvador que desinteresadamente estaba ayudándonos. 



Llegamos a otro puesto o casa al pie de la carretera. Paramos a preguntar y esta vez sí que se podía , pero antes había que ir a buscar la goma de recambio acorde con la medida de la rueda. El salvador le dijo a Jairo que esperara allí, mientras nosotros íbamos en busca del recambio. Así fue, el salvador aceleraba mucho más que antes. Iba a toda leche, haciendo eses pasando a los coches y demás vehículos, como si le fuera la vida en ello. En ese instante volví a sentir esa sensación de aventura. De nuevo pensé en las circunstancias insólitas. Subido en la moto de un chico que acabo de conocer, y que se esta desviviendo por ayudarnos. En un sitio totalmente desconocido, que si me dejara abandonado no sabría ni donde estoy, yendo a gran velocidad en busca de un simple recambio, pero que pareciera que fuésemos a buscar un tesoro escondido. ¡Otra vez corría por mis venas adrenalina pura! Miraba el entorno, los paisajes con la luz del atardecer, le daban un toque especial a aquel momento. No podía dejar de sonreir.



Preguntamos en un par de sitios de recambios, hasta dar con uno que si tenían el que necesitábamos. Deprisa y corriendo volvimos donde habíamos dejado a Jario solo esperando. El salvador habló con el hombre que nos cambiaría la rueda, para que nos cobrara a precio real, es decir a precio local. La reparación del pinchazo nos salió por 5.000 IRP, poco menos de medio euro. El salvador dejó la situación controlada y antes de que se fuera, quise agradecerle todo lo que había hecho por nosotros.
Cuando le vimos en el valle y estuvimos hablando un buen rato con el, durante la charla el se fijó en un colgante que yo llevaba, y que le gustó mucho. Ese colgante en forma de cuerno color azul turquesa, era un regalo de unos amigos que tengo en Benidorm, Jesús y Ana. Me lo regalaron con sus mejores deseos para mi aventura. Lo guardaba con cariño, pero si algo he aprendido en este tiempo, es a no apegarme a las cosas. Y si ese colgante tenía un propósito, estoy seguro que era el de estar en manos de el salvador. Las circunstancias así lo han querido y me siento mucho más feliz dándolo que reteniéndolo. Seguro que Jesús y Ana se alegrarán de saberlo.
De nuevo se emocionó nuestro salvador, nos abrazamos y despedimos de el. Se fue con su moto como un rayo hacia el valle de donde pertenece. Un valle con maravillas naturales, en forma de montañas, campos verdes y almas puras. Un mundo mágico, compuesto de un paraje sin igual donde habitan seres extraordinarios. Y que hoy hemos sido testigos de esa magia que desprende Harau Valley.



Mientras arreglaban el pinchazo, nosotros estábamos digiriendo todo lo que nos había ocurrido aquella tarde. Pensando en lo que pudo ser y no fue, y que gracias a un ser puro e inocente que se acerco a nosotros y nos dio su afecto, cariño y admiración. Hemos podido abrir nuestros corazones y almas, recuperando esa fe que creíamos perdida. El destino nos ha lanzado un rayo partiéndonos en dos. Sacudiendo nuestras entrañas y revolviendo nuestros sentimientos. Viviendo una gran lección de la vida en forma de aventura. Hemos sido arropados por la bondad, por la nobleza. La vida nos demuestra a cada paso lo que realmente necesitamos, poniendo en nuestro camino señales, lecciones y situaciones de crecimiento personal. Ahora soy yo quien emocionado llora, de alegría, de emoción, de felicidad. Porque gracias a el salvador que nos dio y regaló su Amor, soy más libre de mente y de malos sentimientos. El salvador no sólo nos salvó de una tarde llena de problemas y contratiempos, también nos salvó de nosotros mismos.


EL SALVADOR

No hay comentarios:

Publicar un comentario