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martes, 4 de junio de 2013

LA MAGIA DE SUMATRA

Dejamos atrás el mundo musulmán de Malasia para introducirnos en otro totalmente distinto aunque también musulmán. Cambiamos de escenario, de país, y hasta de nivel de vida.
Cruzamos el estrecho de Malaca dirección Dumai, en la isla de Sumatra (Indonesia). Sumatra es ahora mayormente conocida por la famosa desgracia del tsunami. Pero nosotros íbamos a conocer el verdadero, puro y noble espíritu que brota de entre tanta naturaleza y contagia tanto a sus habitantes como a sus visitantes.





Ya en el ferri, entre un país y otro yo estaba acomodado en el interior del mismo, mientras que Jairo estaba en la cubierta conversando con un chico local. Casi al llegar a nuestro destino me uní a la conversación, la cual era sobre el tabaco. El chico nos explicaba que en Indonesia es mejor y mas barato que en Malasia. La verdad es que si en lo referente al precio, por ejemplo al cambio un paquete de Mallboro cuesta un euro y poco.
Cuando llegamos al muelle, resulta que el chico con el que estábamos hablando trabajaba en el ferri y nos favoreció en la recogida de equipaje. Buscó nuestras mochilas y fuimos de los primeros ahorrándonos la marabunta que se forma en los ferris para recoger los bultos.
Teníamos que pasar el punto de control. Los de seguridad al ver que éramos españoles y como justamente hacía un par de días antes España ganó la eurocopa, nos felicitaron. Y el control se transformó en una charla amistosa y de colegueo. Empezábamos a notar la amabilidad y las sonrisas sinceras de las gentes de Sumatra.
Afuera del muelle había un ejército de hombres en busca de clientes y turistas para llevarlos en sus coches. Un hombre con el que hablamos en el ferri nos "aconsejó" ir a una agencia para coger transporte. El hombre nos quiso liar y nosotros digámoslo así, nos dejamos. Pues bien, al final fuimos en furgoneta hasta la agencia, parando antes para sacar dinero nuevo en un país nuevo. Aquí el dinero son la rupias indonesias, 1 euro = 12.000 IDR. Por el camino no podía dejar de observar y maravillarme por otro sitio nuevo que estaba a punto de conocer.



Indonesia es un país pobre y mientras íbamos en la furgoneta camino a la agencia, observaba las estructuras de las casas de dos pisos en forma de cubo y medio derruídas y no podía evitar compararlo con Nepal. Se parecían mucho y bastante a las pequeñas ciudades y pueblos que conocí allí, con carreteras mal asfaltadas, socavones e incluso a veces la falta de asfalto convirtiéndose en un camino polvoriento y lleno de baches. Una vez más cambiaba de un país acomodado  como Malasia e incluso Tailandia, a uno más humilde.

La verdad es que me siento más cómodo en sitios o países  más pobres, quizá uno pueda notar y palpar mejor la sencillez y la bondad de sus gentes. Realmente es cierto eso de que cuanto menos tienes más das. Lo he comprobado durante todo este tiempo, llegando a veces a desconfiar por la falta de costumbre. Uno viene tan envenenado de su mundo que es un trabajo diario quitarse la desconfianza y el miedo. Pero de eso se trata, de encontrarte en situaciones y superarte resolviendo el conflicto de turno. No se trata de confiar en los demás, sino en ti mismo. ¿Tienes confianza en ti? ¿Tienes ese valor necesario para superar el miedo a confiar?. Confianza en la entrega a la buena fe, un riesgo positivo que abre posibilidades. Posibilidades infinitas y que según apuestes por ello ganarás mas o menos. Una de mis frases favoritas es aquella que dice " el que no arriesga no gana " y que ¡gran verdad!.
Mucha gente se cree que arriesgar es luchar en la vida por conseguir cosas materiales, dinero, poder, una buena posición social. Y lo único que consiguen es una coraza que se creen les protege de sus miedos y en realidad les aleja de ellos mismos. Es justo lo contrario, en la humildad y sencillez uno esta más conectado con su ser, con uno mismo y por lo tanto con los demás. Quizás por eso me sienta más cómodo en estos tipos de países, porque sus gentes suelen ser más puras y nobles. No tienen tantos miedos creados por el apego a lo material, puesto que no tienen acceso a ello. Tienen menos que perder y en cambió mucho que ofrecer y te lo dan.




Nuestro siguiente destino estaba entre Padang, una zona costera bañada por el océano Indico donde los surfistas hacen de las suyas o Bukittinggi, una pequeña ciudad en el interior de la isla y más al norte. Estábamos cansados de tanta playa, palmeras, olas y estampas de postales (suena un poco presuntuoso pero es cierto) y preferíamos visitar cosas y sitios diferentes ya que aquí en Sumatra la naturaleza es bestial.
Sumatra es la sexta isla más grande del mundo y la mayor de Indonesia. Como he mencionado antes tiene una naturaleza salvaje increíble, llena de selva tropical, volcanes, lagos, campos y extensiones verdes. Con una fauna singular como el famoso tigre de Sumatra, rinocerontes y orangutanes. Pero lamentablemente están en serio peligro de extinción ya que en los últimos 35 años se ha perdido la mitad de su habitad, de su selva tropical.

Al final decidimos ir a Bukittinggi compartiendo una van junto a otras gentes locales. Por el camino tuvimos que apearnos un par de veces para empujar, ya que todo era muy rudimentario. Ya pensábamos que nos tocaría dormir en medio de la selva entre montañas je je ¡otra aventura más!; Pero al final sí que pudimos proseguir nuestro viaje.
Era de noche y paramos un par de veces para tomar algo en alguna tienda-restaurante y casa a la vez. El entorno me recordaba mucho a mi entrada a la India que hice en un jeep de noche. Como he dicho, las casas son muy parecidas a las de Nepal e India y la carretera junto a la tierra rojiza le daban ese toque auténtico a la vez que parecido.
Las gentes no estaban acostumbrados a ver mucho turistas ya que nos miraban y observaban todo y cada uno de nuestros actos con gran expectación. Incluso uno de los camareros con el dedo como si estuviera señalando, nos daba toques en el hombro comprobando si  éramos de verdad.
El momento fue divertido y la situación curiosa. En un zona del mapa que ni sabíamos donde estábamos en medio de la nada, por la noche, en un sitio de comida en mitad de la carretera con pocas personas. Estas, mirándonos con atención como si fuésemos extraterrestres. Y así era, éramos dos seres totalmente extraños para ellos con atuendos y aspectos diferentes. Ellos se sentían atraídos por la curiosidad y comprobaron por ellos mismos que tipo de personas éramos. Eso sí, sus sonrisas y miradas eran tiernas, nos sentimos cómodos.





Seguíamos nuestro viaje nocturno hasta que llegamos a las afueras de Bukittinggi, donde el conductor después de dejar a los demás pasajeros nos quería dejar allí. Pero le pedimos que nos dejara en la misma ciudad y no a las afueras. Luego nos enteramos por otros viajeros, que suelen hacer eso. Dejar a las afueras de la ciudad a los turistas en medio de la noche y que se apañen andando unos kilómetros. Menos mal que nos dimos cuenta antes y le pedimos que no lo hiciera.
Eran las cinco de la mañana y Bukittinggi estaba cerrado es decir, no había ninguna posibilidad de quedarnos en ninguna guest house hasta la mañana. Dimos vueltas y vueltas con nuestras mochilas intentándolo hasta que al final encontramos uno bastante penoso regentado por un hombre alemán. Decidimos quedarnos para dormir un par de horas aunque sea. Así hicimos, nos pusimos el despertador antes de la hora del “check out” para buscar otro mas cómodo a la vez que rentable.

Por fin estábamos en Bukittinggi. Una ciudad pequeña rodeada de increíble naturaleza, una ciudad donde la vida se resuelve tranquila y donde las gentes son abiertas, cariñosas y risueñas. Y lo íbamos a comprobar a cada momento.





El primer día como estábamos algo cansados del viaje no quisimos hacer ni visitar nada especial, dimos una vuelta por la plaza principal donde se encuentra “Jam Gadang” una torre con un reloj, regalo de la reina de Holanda. También desde la plaza se puede observar parte de la cordillera que tiene Sumatra. Ya que Bikittinggi se encuentra en la zona alta de una colina a unos mil metros, teniendo buena posición para unas buenas vistas.




Seguíamos con nuestro paseo, visitamos un mercadillo que había cerca de la plaza. Y entre tanta gente y bullicio iba a entrar a escena Manuel.
Manuel es un gallego afincado en Sevilla desde hace mucho años que nos preguntó por una dirección y acabamos haciendo muy buenas migas. Es un hombre singular, auténtico y que habla por los codos, pero es tan agradable que da gusto escucharle.
Manuel es un hombre de mundo, ha viajado mucho durante su vida, ha sido profesor, estudiado magisterio, psicología y filología árabe. Es un hombre interesante que sus 67 años tiene mucho que enseñar no sólo por su cultura sino por su experiencia en la vida. Lo que destaco de el es su autenticidad, con un carácter extrovertido, sencillo y noble. Intercambiamos opiniones y risas ya que también es muy divertido. Mas tarde nos despedimos de el y proseguimos con nuestro paseo.
La gente nos saludaba y sonreía sin cesar, algunos hasta venían para pedirte hacerse una foto contigo como si fueras un actor o futbolista famoso. Muy parecido a lo que me ocurría en la India pero aquí más exagerado. Grupos de gentes, chicas y chicos, madres y niños, saludaban desde la otra calle y sonrientes te preguntaban las cosas típicas que se le preguntan a los turistas. Por momentos alguien se paraba y se relacionaba contigo con gran admiración. Para nosotros era una calurosa bienvenida a un país y más concretamente a una isla que dificilmente podremos olvidar.





Al día siguiente, esta vez sí. Fuimos a recorrer y visitar Bukuttinggi y sus alrededores. Caminamos todo el día, sin prisas y disfrutando de cada momento. Como estaba siendo habitual, grupos de gente nos saludaba y nosotros parándonos y charlando con ellos. Después de varios kilómetros, nos encontrábamos fuera de la ciudad y contemplábamos la belleza sin igual del lugar. Campos de arroz, verdes praderas, selva de fondo... Y por el camino casas rurales de campesinos, los cuales se paraban a saludar.




En una ocasión nos “asaltó” un grupo de niños acompañados de una mujer a la que habíamos saludado el día anterior en la ciudad. Los niños jugaban con nosotros y preguntaban curiosos. Era tal la admiración hacia nosotros que querían que les firmásemos sus camisetas de fútbol como si fuéramos sus ídolos. Ahora se como se sienten los futbolistas famosos y puedo decir que es abrumador, sintiéndonos confortables y cómodos con la situación, aunque fuera peculiar todos lo pasamos muy bien. Fue un momento entrañable.

Por la tarde ya anocheciendo, regresábamos a Bukittingi. Volvíamos con las pilas cargadas en vez de gastadas por estar todo el día por ahí dando vueltas. Las muestras de cariño y de afecto hacían a uno reconfortarse y sentirse lleno de Amor, contagiándose y trasmitiendolo a la vez.
Por la noche fuimos a un restaurante que se come muy bien a un precio razonable. Ahí suelen reunirse y encontrarse los turistas, y allí nos encontramos con Manuel junto a Alex, un chico francés al que conocimos en el ferri al venir aquí. Estuvimos tomando algo, charlando e intercambiando información como es habitual entre viajeros. Al final sacamos en claro lo que haríamos al día siguiente, visitar el lago Maninjau.





Cogimos un bus local que nos dejaría cerca del lago. A sus orillas se ubican las casas de las gentes que habitan allí, campesinos que trabajan la tierra para poder subsistir. La zona era muy tranquila, hermosa y con un ambiente de paz y quizá hasta incluso místico. Caminábamos despacio, atentos a los detalles que surgían del entorno. Paramos a comer en una casa, aquí es habitual que el restaurante o sitio para comer, sea la misma casa donde vive el propietario con toda su familia, viéndoles mientras comes como hacen sus cosas, limpian o los niños juegan a una “playstation” pirata. Por los menos los sitios que no son para turistas y que están mas alejados de un núcleo urbano si, aunque la verdad esto es habitual en muchos países de Asia en general. Mientras esperas a que te traigan la comida, uno puede vivir de cerca sus costumbres en su hábitat y así conocer un poquito más su cultura. Es interesante conocer los sitios más alejados del turismo y perderse entremezclándose con la vida autóctona del lugares que uno visita viajando.



Estábamos solos, recorriendo aquel paraje extraordinario que formaban el lago, los campos de cultivo, las casa y sus habitantes. Rodeados de naturaleza y un entorno rural donde las gentes locales hacen sus vidas rutinarias, que supongo para ellos es sacrificada y dura pero que a nosotros nos fascinaba.


Aquí no hay lujos ni comodidades, todo es más campechano, más autentico. La vida aquí es diferente, sencilla y a la vez que hermosa, cruda. No hay recursos ni muchas veces medios pero sus sonrisas y personalidades amables hace casi imperceptible esas carencias.


Estamos descubriendo uno de los lugares naturales más impresionantes que hemos visto y a las gentes mas buenas que hemos encontrado. Nuestro viaje por Indonesia promete y mucho...


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